Oraciones a la Epifanía del Señor y a los Reyes Magos
ORACIÓN I
Señor Jesús: que a imitación de los Magos de Oriente vayamos también nosotros frecuentemente a adorarte en tu Casa que es el Templo y no vayamos jamás con las manos vacías.
Que te llevemos el oro de nuestras ofrendas, el incienso de nuestra oración fervorosa, y la mirra de los sacrificios que hacemos para permanecer fieles a Ti, y que te encontremos siempre junto a tu Madre Santísima María, a quien queremos honrar y venerar siempre como Madre Tuya y Madre nuestra. Amén.
ORACIÓN II
¡Oh Santos Reyes que desde el oriente supisteis encontrar en el cielo el camino de Belén!, alcanzadnos de aquel Niño Divino que adorasteis primero, el vernos libres de las hechicerías de la falsa ciencia, para que, a través del conocimiento de los cielos, los mares y la tierra, y de todo lo que hay en ellos, alcancemos al que lo creó todo de la nada, para facilitar el camino de la salvación a todos, y así poder ofrecer el fruto de nuestro saber, como oro al Rey de reyes y como incienso y mirra al Dios y hombre verdadero. Amén.
ORACIÓN A LA EPIFANÍA
Adoración
Te adoramos, oh Cristo Eucarístico, oh Pan de Vida, Tú que te has manifestado como el Mesías.
Te adoramos unidos a la adoración de los reyes magos. Tú eres nuestro Dios y Señor, y tú mereces todo nuestro respecto, porque tú has venido del Padre para mostrarnos Su amor. Tú has venido para salvarnos, reconciliándonos con Dios.
Te adoramos oh Divino Niño. En tu apariencia de Niño se esconde tu naturaleza divina, tú que eres Niño y eres nuestro Dios. Y en tu apariencia de pan se esconde tu naturaleza humana y divina, donde ya no es un pan, sino nuestro Dios, su cuerpo, sangre, alma, y divinidad. Bendito seas, oh Jesús, porque por nosotros tú has nacido. Tú eres digno de ser alabado y bendecido por siempre, porque tu bondad es grande, y tu gloria es inmensa.
Te adoro, oh Dulce Dios, mi Salvador, tú que eres Hijo de Dios y Salvador del mundo. Reconocemos que tú eres nuestro Dios y que no hay Dios fuera de ti.
Acción de Gracias
Te damos gracias, oh Rey de los judíos, oh rey de las naciones, porque por nosotros tú has nacido, y que siendo Dios y vestido de gloria en el cielo, te vestiste de pobreza haciéndote niño, y esto con mucho amor.
Te damos gracias, porque tú te has manifestado no a los que se creían santos primero, sino a los que más te necesitaban y te necesitan.
Gracias, oh Jesús, por darte conocer a nosotros.
Gracias por tu bondad, manifestada en tu llegada a nosotros.
Gracias por tu dulce misericordia, pues tu viste como vivíamos, y por eso llegaste a nosotros.
Santo es Tu Nombre! Gracias, oh Niño Dios, presente en la Eucaristía, por revelarte a nosotros.
Gracias por darnos la fe de creer que tú estás en medio de nosotros.
Gracias, oh Hijo de Dios, e Hijo de María, por tu amor, por tu ternura, por mirarnos con ojos de niño, siempre con delicadeza y atención.
Gracias por enseñarnos un nuevo camino, un camino mejor.
Gracias por la Luz que brilla desde tu trono, el Espíritu Santo, quién se entrega con más plenitud a aquellos que te aman y se entregan a tu amor en el Santísimo Sacramento del Altar.
Gracias mi buen Jesús por estar en medio de nosotros.
Propiciación
Oh Jesús, Niño de Belén, no somos dignos de tanta bondad. No somos dignos de que tú vengas con tanto deseo a nosotros. El conocerte es un don demasiado para nosotros. No merecemos ver tu gran manifestación. Muchas veces hemos rechazado tu invitación de ir a donde ti en Tu Santuario. Muchas veces no fuimos a Tu banquete celestial, que es la Santa Misa. Señor, ten compasión de nosotros. Sabemos Señor, que pidiéndote dar más de nuestro tiempo, no lo hemos hecho. Tú que viniste a salvarnos, míranos con ojos tiernos de amor y misericordia. Tú que has nacido por nosotros, ten piedad de nosotros, oh Cordero de Dios, y perdónanos por no recibirte con más frecuencia. Tú que te has manifestado a nosotros como nuestro Mesías, oh Cordero de Dios, ten piedad de nosotros y perdónanos por las veces que no te hemos buscado a ti en el Santísimo, en la oración, en la Sagrada Escritura, en nuestros hermanos y nuestros enemigos. Tú que viniste a salvarnos, oh Cordero de Dios, ten piedad de nosotros y de las veces que no hemos hecho el esfuerzo de conocer más el amor de nuestro Padre que tú viniste a relevarnos.
Unión y Petición
Queremos estar Contigo, oh Jesús, tú que perdonas al de corazón contrito y humillado. Contigo está la felicidad que tuvo la Virgen María, San José, y los reyes magos, al contemplarte, adorarte y conocerte. Queremos ser uno Contigo en el amor. Te ofrecemos Señor, no oro, ni incienso ni mirra, sino, nuestra mente, nuestro corazón, nuestra alma, y nuestro espíritu. También te ofrecemos nuestro cuerpo, para que sea tu templo. Te ofrecemos todo nuestro amor, todo nuestro ser. Tú eres, oh Jesús, lo mejor, y el Mejor. Te amamos Jesús, y nos entregamos a ti con sencillez de corazón. Danos los signos de tu amor. Danos la sanación, la sanación de nuestros cuerpos, nuestros dolores, nuestras enfermedades. Danos la sanación de nuestros sufrimientos, de nuestros rencores y falta de perdón. Danos la sanación de nuestra mente, de nuestras memorias, de nuestras tentaciones de pensamiento. Danos la sanación de nuestros corazones, nuestras heridas y falta de amor, sanando nuestro interior. Danos la sanación de nuestros malos deseos. Danos la salvación, ¡oh Salvador! Salva a nuestros parientes, familiares, amistades, vecinos, enemigos, y a nuestros asociados. Danos la libertad, para ser completamente tuyos. ¡Oh Cordero de Dios! Danos tu amor y tu gracia. Convierte a los pecadores, Señor y Niño Dios concédenos la paz, oh Príncipe de Paz, y la paz en todos los países y lugares del mundo, oh Jesús Sacramentado. Bendice a los pobres, tristes, hambrientos, desamparados y encarcelados a través de tu gente buena, oh Cristo Libertador. Dales consuelo y fortaleza a todos los que lo necesitan en este momento, especialmente los moribundos. Y a las almas del purgatorio, derrama una gota de tu preciosa sangre cada vez que se hace memoria de tu pasión, muerte y resurrección, durante la Misa en la consagración y al partir el pan. Todo esto te lo pedimos, adorándote, dándote gracias, pidiéndote perdón, y suplicándote, en tu Santo Nombre, Jesús, tú que eres el Mesías, el Hijo y el Cordero de Dios, y que vives y reina con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Oración Estrella de Belem
”Estrella maravillosa, estrella de la noche, Estrella de la belleza real brillante, Guía principal hacia el Oeste, sigue tu marcha, Guíanos hacía tu Luz perfecta. Estrella de Belem que iluminas más allá de lo que yo puedo ver, entra en mi para que puedas guiarme por el camino más corto y fácil hacia lo que solicito, requiero, necesito, anhelo y deseo.”
Encenderemos una vela color oro, blanco, rojo o verde (el rojo color de la pasión, amor y de la energía material, el verde es de la salud y abundancia) un incienso y mirra, en un lugar seguro y tranquilo. Respiramos profundo y concentrados decimos:
“Invoco a los Reyes Magos que desde Oriente supieron encontrar en el cielo el camino de Belén.
Melchor, el Maestro El Morya, de la India (Tibet), llevaba incienso, símbolo de la divinidad… El Incienso, Conecta con la voluntad espiritual; abre al diálogo entre los dos mundos. Facilita la comprensión del “Divino Mensaje y la tarea del Mensajero”.
Baltazar, el Maestro Koot Hoomi, de Etiopía, ofrendó mirra. Se dice que la mirra fue guardada por María y usada para untar el cuerpo de Jesús luego de su crucifixión… La Mirra, cicatriza y repara las heridas infligidas al cuerpo y el alma. Símbolo de “Salvación, Curación y Renacimiento”.
Gaspar, el Maestro Djwual Khul, conocido como El Tibetano, de Mesopotamia, al Sur de Persia, fue quien ofreció el oro, símbolo de la realeza divina, manifestación de la opulencia Divina. El oro, fue usado por la Sagrada Familia en el viaje a Egipto… El Oro, resplandece como un sol que emerge de la tierra y conecta con un Sol Mayor. “Evoca al Hijo como reflejo del Padre”.
Artabán, el rey que dedicó su vida en busca del Redentor, el cuarto rey mago, que tenía la intención de llevarle a Jesús de regalo un cargamento de piedras preciosas. Obedeciendo a su noble corazón, decidió ayudar a la gente que pedía su auxilio. La voz de Jesús le dijo: Todo lo que hiciste por los demás, lo has hecho por mí. Tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me curaste, me hicieron prisionero y me liberaste.
“Invoco a la fuerza benefactora del Espíritu de la Navidad, del Año Nuevo, y de los 4 Reyes Magos de Oriente, para que consagren esta vela como un símbolo del amor, la unión familiar, el bienestar, el reencuentro con los amigos, la salud, el progreso y la prosperidad material. Que se abran todas las puertas y caminos en este nuevo ciclo.
Concédanme la gracia de encontrar el camino correcto de mi misión de vida y el trabajo que me corresponde realizar, gracias por su cuidado y protección, gracias por librarnos de influencias nefastas, gracias por liberarnos del deseo de todos los Herodes que nos rodean, gracias por el regalo de sus dones y así poder ofrecer el fruto de mi saber, como oro a todo mi ser, como incienso a mi hogar y seres queridos, como mirra a todo mi hogar, mi entorno, mi país, mi planeta y como piedras preciosas para realizar obras buenas en el camino.
Invoco su bendición y protección para que me acompañen (decir tu nombre), así como a mi familia, mi casa, mi negocio o trabajo y todos mis seres queridos. Gracias Santos Reyes Magos, Espíritu de la Navidad y Año Nuevo por haberme escuchado y actuado para mi mayor bien.” Porque soy una extensión de Dios. Soy uno, soy trilogía y soy Amor.” Amén.
ORACIÓN EN LA FIESTA DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Señor mío y Dios mío, Yo también deseo acercarme a tu presencia, como los humildes pastores de Belén, como los Magos que llegaron desde Oriente, como el incontable número de personas que a lo largo de estos dos mil años han acudido presurosos a postrase ante Ti. Me atrae como un imán tu humanidad santísima que esconde tu divinidad.
El verte nacido niño, pobre y humilde por mi amor, por amor a todos los hombres, sin que ninguno sea excluido de tu infinita misericordia.
Permíteme, mi Hermano y mi Dios, gozar de la dulzura, del descanso, y de la contemplación de tu Epifanía.
Vuelo con mi alma hasta Belén.
Belén, Epifanía del Verbo hecho carne, revestido de nuestra pobre humanidad.
Belén, Epifanía de Dios hecho Niño, que viene a compartir dolores y sufrimientos, rechazos y persecuciones, malquerencias y tribulaciones.
Belén, Epifanía del Niño Dios y Hombre, que llora por el hambre y siente el frío, que comparte el dolor de la humanidad sufriente, que ofrece su carne y alma para compartir el flagelo del escarnio, de la injusticia, de la violencia, de la traición y del abandono.
Belén, Epifanía del Amor divino, ofrecido y manifestado en la pobreza y la limitación de la carne.
Hasta Belén, hasta Ti, quiero acercarme yo, Mi Dios y Hombre, para gozar un instante de la claridad de tu luz, para disfrutar del calor de tu amor que necesita mi pobre corazón.
Para engolfarme en tu ternura y sentirme acogido entre tus pequeños brazos de hombre, mirado por tus ojos humanos, que son ventanales del océano infinito de la misericordia divina.
Y sentir el latido de un corazón que late enamorado por la humanidad en la fría noche.
Percibir en tu balbuceo de pequeño, la más bella poesía de amor, jamás recitada.
¡Feliz y dichoso día de Epifanía!
¡Feliz manifestación y proclama de cuanto la humanidad ansía y espera!
¡Feliz diálogo que el Verbo entabla con cada hombre y con cada mujer de este mundo!
¡Tú manifiestas la infinitud de tu amor!
¡Nosotros te manifestamos nuestra radical pobreza y esperanza en Ti!
¡Tú nos acercas el Todo!
¡Nosotros te presentamos y ofrecemos nuestra nada!
En las manos de María y de José, ponemos todo el oro de cuanto hemos recibido de Ti en los días de nuestra vida.
Depositamos el incienso de la gratuidad de tu amor por nosotros.
Y también la mirra de nuestro penar, la mirra de nuestras enfermedades y desilusiones, de nuestros fracasos y decepciones.
La mirra de nuestros trabajos e ilusiones, de nuestros sudores y de nuestras lágrimas.
La mirra recogida en cada corazón de cada ser humano, en cada continente, nación, ciudad y pueblo.
La mirra de todos los hogares, y de los hombres y mujeres de todos los tiempos.
Tú lo acogerás todo.
Tú lo transformarás todo.
Tú lo transfigurarás todo.
¡Oh, Emmanuel! ¡Dios con nosotros!
¡Dios con todos los hombres y mujeres!
¡Dios humano, semejante en todo a nosotros!
¡Dios sin pecado, todo Amor, todo Bondad, todo Misericordia!
Pues ya que vienes, Señor, a enriquecernos, concédenos ser en medio del mundo, y para todos, Epifanía de tu amor, Epifanía de tu acogida sin reparos, Epifanía de tu solidaridad y comprensión, Epifanía de tu justicia y bondad, Epifanía de tu paz y de tu verdad, Epifanía de tu perdón y de tu compasión. Epifanía de tu divinidad y de tu verdadera humanidad.