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Oraciones para Semana Santa

Domingo de Ramos


Por la mañana


Aquí estoy... "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad".


En un borriquillo viene, cabalgando victorioso por la verdad y la justicia. Se dirige hacia su Pasión, para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres. Humilde y pobre entra en la ciudad; manso y cercano. Él no grita, los que le reciben sí. Salen a su encuentro, lo aclaman como Rey y Mesías; pero lo suyo es el silencio, la sencillez y la entrega.


Podemos correr también nosotros, primero por nuestro ramo de olivo y palmas, después para arropar a este modesto Jesús con el más firme y limpio propósito de acompañarle hasta el final, hasta donde Él va a llegar para salvarnos. "Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor. Paz en el cielo y gloria en lo alto".


Subamos con Él a esa montaña, desnudos como Él, para que pueda lavarnos con su sangre y vestirnos con su gracia.


Vencedor de la muerte y del mal, condúcenos a los que en ti creemos, esperamos y amamos a tu gloriosa resurrección. Convierte el madero de nuestro dolor en árbol de vida. Porque... no he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor y cantar al triunfador de la muerte.


Tú eres, Oh Cristo, el Rey de Gloria. Entra en mi corazón de la manera que entraste a Jerusalén, manso y humilde. Con palmas de gozo te recibo y te alabo. Enséñame a ser un verdadero creyente, no de los que te siguen por complacer a la gente, como los judíos que después de recibirte, al cabo de unos días decidieron crucificarte. En esta Semana Mayor, enséñame a amarte Señor, y vivir con auténtica piedad el sufrimiento de tu humanidad.


Por la noche


"Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo".


Das tu vida por las ovejas, nosotros, que cuando te veamos herido, huiremos y nos dispersaremos. Soportas nuestros sufrimientos; aguantas nuestras rebeldías. Las autoridades al final, aunque no encontrarán en ti nada que merezca la muerte, le pedirán a Pilato que te mande ejecutar.


Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu cruz has redimido al mundo. Redentor nuestro, Cordero manso, tu sangre nos ha purificado. Unidos ahora a tu Pasión, queremos animar, confortar y consolar, como Tú, a los atribulados con el mismo consuelo y con idéntica paz con los que Tú nos animas, confortas y consuelas a nosotros. Y hacer y realizar siempre esa tarea con los débiles, abatidos, condenados, sencillos y pequeños. Enséñanos a ser obedientes y a tener paciencia en todo lo que nos pase en la vida.


Que tu amor inunde nuestra tierra y cubra sus heridas. Ábrenos de par en par la puerta de tu costado, para que el río de la Vida nos arrastre y nos devuelva al regazo de Dios, y en Él encontremos el descanso.


Lunes Santo


Por la mañana


Tienes entrada libre, Jesús, a este camino nuevo de tu sangre. Puedes hacerlo o retirarte. Pero ha llegado el momento de la decisión, la última etapa del camino. Hemos pasado largos ratos contigo, llenos de aventuras, sorpresas y transformaciones. Y yo sé que estoy en la víspera de ser testigo de la sorpresa más grande: tu paso decidido hacia el ocaso de tu carne, para alumbrar desde la humillación de tu muerte el día de la luz definitiva. No vas a echarte atrás; no desertarás ni rechazarás esta HORA definitiva, aunque sabes que te van a pisotear hasta matarte. Y porque mueres nos das tu vida a los que, por nuestra condición de mortales, no teníamos posibilidad de vivir. "Sabiendo Jesús que había llegado su hora, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo". Como decía san Pablo, Dios nos libre de gloriarnos si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Tu cruz adoramos, Señor, y veneramos tu pasión gloriosa. Ten piedad de nosotros, tú que has muerto por nosotros.


Por la noche


En aquellos días primeros, recién iluminados, los cristianos, los discípulos de Jesús soportaban combates y sufrimientos; se exponían públicamente a insultos y tormentos, o se hacían solidarios de los que así eran tratados. Compartían el sufrimiento de los encarcelados, aceptaban con alegría que les confiscaran los bienes, convencidos que tenían bienes mejores y permanentes. Hoy quizás, ¡seguro!, nos falta constancia para cumplir la voluntad de Dios. No vivimos tan intensamente de fe; nos acobardamos con frecuencia. Que el Señor nos conceda esa fe que nos haga gente decidida, que nunca se echa atrás (cf. Hb 10,35-39). Que realmente seamos valientes hasta la sangre, para cumplir tu voluntad, Padre Dios. Levanta nuestra débil esperanza; y con la fuerza de la pasión de tu Hijo protege nuestra fragilidad, fragilidad de humanos pequeñitos y cobardes.



Martes Santo


Por la mañana


Que pueda quitarme de encima lo que me estorba y el pecado que me ata, para correr en la carrera que me toca, sin rendirme, sin abandonar, fijos los ojos en ti, Jesús que ya has corrido, y que inicias y completas nuestra fe.


Tú mismo, renunciando al gozo inmediato que siempre el mundo ofrece, soportaste con entereza la cruz, sin importarte la ignominia y el desprecio de los importantes. Que no me canse yo ni pierda el ánimo; todavía no he llegado a la sangre en mi pelea contra el pecado.


Acepto con gusto la corrección que me viene de ti, Padre Dios, aunque me duela, porque lo único que pretendes regalarme, como fruto de mi conversión, es una vida resucitada, semejante a la de tu Hijo. Fortalece, Señor, mis manos débiles y haz fuertes mis rodillas vacilantes, para que camine seguro por tu senda.


Quiero imitarte, Jesucristo, para poder llegar y vivir en la familiaridad con Dios, tu Padre y nuestro Padre. Corta con mi vida anterior, radicalmente, para que sea posible en mi el comienzo de una vida nueva. Ayúdame a poner entre lo anterior y lo que viene una muerte necesaria. Que las aguas del bautismo, en las que Tú mismo quieres bautizarte: las aguas de tu sangre, sepulten mi cuerpo de pecado y despojen mi vida de los bajos instintos y de todas las obras de la carne; para emerger después -como Tú-de esas mismas aguas como si me levantara de la muerte, lavado y purificado, resucitado, convertido en espiga de mil granos.


Por la noche


Nos has comprado, Señor, con tu sangre, de toda raza, lengua, pueblo y nación: Conduce a tu Iglesia, que es tu pueblo nuevo, conduce a la humanidad entera a esa Pascua tuya de la vida.


Atravesado por la lanza de un anónimo soldado, sabes ahora, supiste siempre sanar nuestras heridas. Y si para hacernos saber que Tú sí perdonabas, te dejaste clavar en una cruz, perdona otra vez a aquella adúltera, rota, sola, despreciada pero arrepentida; perdona de nuevo a aquel publicano del templo de ojos casi en la tierra, suplicando; perdona otra vez a aquel Zaqueo, tan bajito él pero que tanto había robado; perdona otra vez al ladrón que muere a tu costado; perdona a los que durante tu agonía se burlaron de ti y blasfemaron... Perdónalos, porque de todos ellos hay mucho en cada uno de nosotros. Y si les perdonaste a ellos, fue para decirnos que también a nosotros quieres perdonarnos.



Miércoles Santo


Por la mañana


¿Por qué puerta puedo entrar para abrazarte, Dios? Por la que está elevada sobre la tierra y tiene forma de cruz; por la puerta de un costado abierto, rasgado por la lanza. El que así está convertido en puerta absoluta, con su cuerpo desgarrado, nos atrae hacia ti.


Buscó la paz para nosotros. Quitó la raíz amarga que nos hacía tanto daño: la muerte.


Nos puso en el plato de cada día otra comida: la de los hijos ya reconciliados y reunidos en su fiesta, para escuchar la voz de quien nos convocaba. Dios nos tuvo desde siempre inscritos en el registro de su mismo fuego y quiso siempre hacernos partícipes de la plenitud de su amor. Porque nunca habrá amor más grande que el de dar la vida por aquellos a quienes se ama.


Estoy invitado a hacer lo mismo: invitado a amar como he sido amado; invitado a dar mi vida por los hermanos.


Cristo mío, tú no te resistes ni te echas atrás a la hora de cumplir esta misión de amarnos hasta el extremo. Ofreciste todo tu cuerpo a quienes quisieron destrozarlo. No te tapaste el rostro para evitar los ultrajes que te hicieron. El Señor era tu ayuda; sabías con certeza que, con Él a tu favor, no quedarías defraudado. Tu sangre, que corrió abundante acusando, pero a la vez fecundando la tierra, purifica nuestra conciencia de las obras de la muerte y nos prepara para presentarnos al Dios vivo.


Todo esto ya lo sé. Y cada día, a través de esta oración reiterativa, lo recuerdo y lo hago presente y deseo asimilarlo. Pero no tengo que inventar cosas nuevas para hablar contigo o para comunicar a mis hermanos, intentando quizás más que orar de verdad lucirme ante los demás con este ejercicio diario, pero vanidoso, de las entregas que les hago.


Lo has dicho todo ya con tu propia vida; sólo tenemos que mirar y querer repetir con la nuestra aquello que Tú fuiste para todos. Debe ser una opción mía, de cada uno, en libertad completa elegir ser imitador de Dios y vivir como El en el amor.


Quiero vestirme con tus sentimientos, para que a fuerza de repetir y repetir, de recordar y recordar, lo que Tú eres vaya insensiblemente acabando con lo que yo soy antes de llegar a la fe y conocerte. Y a fuerza de querer que me vivas, llegue el momento de que ya no sea yo quien vive, sino Tú en mí, mi Cristo. Que como Pablo, pueda yo repetir que para mí la vida es Cristo, y una ganancia morir.


Por la noche


Mis manos están extendidas hacia ti, Dios de todos y más si cabe de los humildes, como ofrenda agradecida. Porque cuando repaso la historia de mi vida, descubro que sigues siendo el que acoge a cualquier hora, al no saber nunca rechazar a quien a ti llega.


Eres misericordia que no se agota, el Dios que nunca olvida su bondad y mantiene su promesa para siempre. La cólera no te pertenece; es algo exclusivamente nuestro. Entrañas de misericordia es lo que eres.


Hoy sigues realizando proezas, portentos, hazañas de amor incalculables. Me atas a ti con lazos de bondad; me eliges como amigo y confidente. Por la sangre de tu Hijo, me haces entrar a una dulce intimidad contigo. Comunicas a mis ojos la luz y la alegría que Tú mismo eres. Mis manos extendidas expresan todo eso: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?Tu poder es el perdón; por eso te sobran todos los ejércitos, policías o tribunales constitucionales.


Tu brazo nos rescata con la vida, jamás con la fuerza de la violencia, algo también exclusivamente nuestro. Sólo en ti descanso y tengo paz; sólo de ti viene mi salvación; sólo Tú eres la roca de mi esperanza.


Déjame, Señor, estremecerme ante lo que eres. Permíteme, a pesar de los nubarrones que ensombrecen mi vida, permíteme arrodillarme y desahogar en ti mi corazón. Pueda adorarte y acogerte para que me des la vida, y sepa agradecerte con toda el alma el que hayas hecho a Cristo para mí, para nosotros, para todos sabiduría, justicia, santificación y redención. Y que por Él, por su sangre, hayamos recibido el perdón de los pecados.


Por Él nos has reconciliado, y has hecho la paz por la sangre de su cruz.



Jueves Santo


Por la mañana


Te has sentado a la mesa de la eterna fiesta de la fraternidad. Sabes muy bien lo que hay dentro de cada uno de nosotros, tus invitados. Por eso Tú, que en tu angustia ante la muerte clamaste a Dios y, sufriendo, aprendiste a obedecer, has querido hacer tuyas las pasiones y sufrimientos humanos. Has derrotado a la muerte derrotando la iniquidad y la injusticia.


Te compadeces tanto de nuestras debilidades, que quieres quedarte para siempre con nosotros y así poder echarnos una mano cuando sea necesario. Te has convertido para los que obedecen a Dios en autor de salvación. Y nuestra salvación, Señor, es quererte y amarte.


Te has sentado a la mesa, y has invitado como comensal a todo el mundo. Se acabó la negativa a compartir; la división entre los hermanos no tiene sentido ya; el desprecio por los pobres se convierte en acogida y servicio al lavarles los pies con gestos reales de entrega radical. Sí, te has sentado a la mesa y nos dices de corazón que has deseado enormemente comer esta comida pascual con nosotros, antes de padecer.


Consciente de que había llegado tu hora, Jesús, habiéndonos amado, nos amaste hasta el extremo. Y ya tienes un pan en la mano, que bendices y nos repartes, animándonos a que lo comamos porque es tu cuerpo. Y sin haber podido salir aún de nuestro asombro, has llenado la copa de vino y nos la pasas también para que bebamos, porque es tu sangre. Te vas, pero cada vez que nos reunamos y repitamos este gesto del pan y del vino, Tú estarás á nuestro lado para que podamos anunciar al mundo tu muerte y resurrección.


Cristo maravilloso, gracias por enseñamos a descubrir al hermano, a tender la mano, a presentar la otra mejilla, a compartir pan y hogar. Gracias por ese poco de pan en tus manos y ese vaso de vino, con los que nos dices cómo se vence el pecado, el hambre, la muerte. Que ahora nosotros continuemos tu lucha para que todo hombre y mujer sean queridos y respetados, para que a nadie le sea negado el pan y el trabajo, para que los niños puedan reír ilusionados. Sí, continuaremos tu lucha para que nadie se enriquezca con el trabajo de los demás y para que nadie tenga miedo de nadie.


Por la noche


En la última cena, Jesús, nos dijiste con tu propia vida entregada a la muerte, que lo único que vale es el amor a los hermanos, hasta ser capaces de dar la vida por ellos. "Quien pierde su vida, la gana para siempre".


Hoy, en la víspera de padecer por nuestra salvación y la de toda la humanidad, tomas el pan y dices: TOMEN Y COMAN, ESTO ES MI CUERPO. Coges después la copa, y añades: TOMEN Y BEBAN, PORQUE ESTA ES MI SANGRE. Por favor, nos suplica Jesús, hagan siempre y donde estén lo que acabo de hacer. Gracias, Padre Dios, por tanto amor.


Gracias, Jesús, porque en la última cena creaste la misa; porque el Jueves Santo nos enseñaste a servir. Gracias, Jesús, porque incluso llamaste amigo al traidor Judas; porque nos diste un Mandamiento Nuevo; porque nos has dado un corazón parecido al tuyo.


Serían como a las 10 de la noche cuando llegó Jesús al Huerto de Getsemaní.


Su alma se llenó de tristeza, entró en agonía ante la visión de los sufrimientos que se le venían encima y la ingratitud de la humanidad. Oró por espacio de tres horas con lágrimas y sudor de sangre que en gotas cayó en tierra. Aquí llegó Judas y con un beso lo entregó a quienes vinieron a aprenderle, aunque más bien fue su Amor a ti el que le entregó.


Oración: Te compadecemos Jesús, y te damos gracias por lo que sufriste por nuestra Salvación en la Oración del Huerto. Nos duele la traición y alevosía con que fuiste hecho preso. Concédenos fortaleza en nuestros sufrimientos y danos el don de la oración.



Viernes Santo


Por la mañana


Es el día de la osadía, del arranque y del vértigo. El día de la verdad: el momento de la entrega se está produciendo en totalidad. Cristo sale de sí mismo por completo. Ahí está la Verdad desnuda, crucificada. Regando amor, pero en forma de sangre que se le escapa de sí mismo. Es el sacrificio de su vida, misterio del mayor amor. Jesús se atardece...


Dulce Jesús, subiste al Gólgota sin hesitar, como gesto de amor, te dejaste crucificar sin lamento. Humilde hijo de María, cargaste con nuestra noche para mostrarnos con cuánta luz querías henchir nuestro corazón.


En tu dolor, reside nuestra redención, en tus lágrimas, se bosqueja la «hora» en la que se desvela el amor gratuito de Dios. Siete veces perdonados en tus últimos suspiros de hombre entre los hombres, nos devuelves a todos al corazón del Padre, para indicarnos en tus últimas palabras la vía redentora para todo nuestro dolor. La inocencia de la Verdad contrasta con el escarnio recibido.


HUEVO DE PROTECCION- VIERNES SANTO

Este huevo sirve para protegerte de desastres naturales como: tormentas, huracanes, tornados ect. Esto no es un ritual ni se tiene que hacer nada con el huevo, ni oración, ni velas. Solo se toma un huevo de gallina que compras en el supermercado o granja de tu preferencia, no importa el color del huevo ni de la gallina y solo lo tomas del cartón de huevo el Viernes santo a las 12:00 pm (medio dia) y lo guardas en tu casa en el gabinete o mueble de tu preferencia, puedes ponerlo dentro de una taza o cajita para que no se te rompa por ponerlo en cualquier lugar, lo guardas y nada mas. El huevo con el tiempo se seca y no se pudre. Cuando tengas una tormenta fuerte o algún otro tipo de desastre natural lo sacas y lo tienes en la habitación que estés y eso es todo. Para las personas que preguntan que si se hace todos los años? NO, solo se hace una vez y se guarda; si por alguna razón lo pierdes o se te rompe por un descuido entonces lo vuelves hacer.

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=vJCwZnBSUEo&t=89s



A las tres de la tarde Jesús, muerto, es traspasado por la lanza.


El descendimiento de la Cruz


Oración de preparación


¡Oh Jesús mío!, ya estás muerto. Y yo, estando en tu Corazón, empiezo a gozar ya de los copiosos frutos de la redención. Los más incrédulos, reverentes, se doblegan ante ti golpeándose el pecho; lo que no hicieron ante tu cuerpo viviente, lo hacen ahora ante tu cuerpo ya inerte. La naturaleza se estremece, el sol se eclipsa, la tierra tiembla, los elementos se conmueven y parece como si tomaran parte en tu dolorosísima muerte. Los ángeles, sobrecogidos de admiración y de amor, descienden del cielo a millares, te adoran y te rinden homenaje reconociéndote y confesándote verdadero Dios nuestro.


¡Oh Jesús mío!, también yo uno mis adoraciones a las suyas y te ofrezco mi gratitud y todo el amor de mi pobre corazón. Pero veo que tu amor todavía no está contento, y para darnos una señal más cierta de tu amor, permites que un soldado se acerque a ti y que con una lanza te atraviese el Corazón haciéndote derramar las últimas gotas de sangre y agua que todavía quedaban en él. ¡Oh Jesús mío!, ¿no pudieras permitir que esta lanza hiriera también mi corazón?


¡Oh, sí! ¡Que esta lanza sea la que hiera mis deseos, mis pensamientos, los latidos de mi corazón y mi voluntad, y que me dé tu Voluntad, tus pensamientos y toda tu vida de amor y de inmolación!


¡Oh Corazón de mi Jesús herido por esta lanza!, ¡ah!, prepara un baño, un refugio para todas las almas, para todos los corazones, un descanso para todos los atribulados. De esta herida es de donde das a la luz a tu amada esposa, la Iglesia; de ahí es de donde haces salir los sacramentos y la vida de las almas; y yo, junto con tu Madre Santísima, cruelmente herida en su Corazón, quiero reparar por todas las ofensas, los abusos y las profanaciones que se le hacen a tu Santa Iglesia; y por los méritos de esta herida y de tu Santísima Madre y dulcísima Madre nuestra, te suplico que nos encierres a todos en tu amantísimo Corazón y que protejas, defiendas e ilumines a quienes rigen la Iglesia.


¡Oh Jesús mío!, después de tu desgarradora y dolorosísima muerte, yo ya no debería tener vida propia, pero en tu Corazón herido hallaré mi vida; de manera que cualquier cosa que esté a punto de hacer, la tomaré siempre de tu Corazón Divino. No volveré a darle vida a mis pensamientos, mas si quisieran vida, tomaré tus pensamientos. Mi voluntad no volverá a tener vida, mas si vida quisiera, tomaré la de tu Santísima Voluntad. Mi amor no volverá a tener vida, mas si quisiera amar, tomaré vida de tu amor.


¡Oh Jesús mío!, toda tu Voluntad es mía, ésta es tu Voluntad y esto es lo que yo quiero.


El descenso de la cruz


Jesús mío, nos has dado la última prueba de tu amor: tu Corazón traspasado. Ya no te queda nada más que hacer por nosotros y ahora ya se están preparando para bajarte de la cruz; y yo, después de haber depositado todo mi ser en ti, salgo fuera y con tus amados discípulos quiero quitar los clavos de tus sacratísimos pies y de tus sagradas manos, y mientras yo te desclavo tú clávame totalmente a ti.


Jesús mío, apenas te bajan de la cruz, la primera en recibirte en su regazo es tu Madre Dolorosa y tu cabeza traspasada reposa dulcemente en sus brazos.


¡Oh dulce Madre!, no desdeñes mi compañía y haz que también yo, junto contigo, pueda prestarle los últimos servicios a mi amado Jesús. Dulcísima Madre mía, es cierto que tú me superas en amor y en delicadeza al tocar a mi Jesús, pero yo trataré de imitarte del mejor modo posible, para complacer en todo a mi adorado Jesús. Por eso, junto con tus manos pongo las mías y le extraigo todas las espinas que rodean su cabeza adorada, con la intención de unir a tus profundas adoraciones las mías.


Celestial Madre mía, ya tus manos llegan a los ojos de mi Jesús y se disponen a quitar la sangre coagulada de esos ojos que un día daban luz a todo el mundo y que ahora están oscurecidos y apagados.


¡Oh Madre!, me uno a ti; besémoslos juntos y adorémoslos profundamente. Veo los oídos de Jesús llenos de sangre, lacerados totalmente por las bofetadas y las espinas; ¡oh Madre!, hagamos que nuestras adoraciones penetren en esos oídos que ya no oyen y que han sufrido tanto llamando a tantas almas obstinadas y sordas a las voces de la gracia.


¡Oh dulce Madre mía!, veo que estás empapada en lágrimas y llena de dolor al mirar el rostro adorable de Jesús; uno mi dolor al tuyo y juntos limpiémosle el fango y los salivazos que lo han deformado tanto; adoremos su rostro lleno de Majestad Divina que enamoraba cielos y tierra, y que ahora ya no da ninguna señal de vida. Besemos juntos su boca, dulce Madre mía, esa boca divina que con la suavidad de su palabra ha atraído a tantas almas a su Corazón.


¡Oh dulce Madre mía!, junto contigo quiero besar una y otra vez el cuerpo adorable de mi Jesús, hecho todo una llaga; pongo mis manos junto a las tuyas para unir esos pedazos de carne que cuelgan de él y adorarlo profundamente junto contigo. Besemos, ¡oh Madre!, esas manos creadoras que han obrado en nosotros tantos prodigios, esas manos taladradas y desfiguradas, ya frías y con la rigidez de la muerte.


¡Oh dulce Madre!, encerremos en estas sacrosantas heridas a toda clase de almas. Cuando Jesús resucite las hallará en sí mismo depositadas por ti y así no se perderá ninguna.


¡Oh Madre!, adoremos juntos estas profundas heridas, en nombre de todos y junto con todos.Celestial Madre mía, veo que te acercas a besar los pies del pobre Jesús. ¡Qué desgarradoras heridas! Los clavos se han llevado parte de la carne y de la piel y el peso de su sacratísimo cuerpo los ha abierto horriblemente. Besémoslos juntos, adorémoslos profundamente y encerremos en estas heridas los pasos de todos los pecadores, para que cuando caminen sientan los pasos de Jesús que los sigue de cerca y así ya no se atrevan a seguir ofendiéndolo.


¡Oh dulce Madre!, veo que tu mirada se detiene en el Corazón de tu adorado Jesús. ¿Qué es lo que haremos en este Corazón? Tú me lo mostrarás, ¡oh Madre!, y me sepultarás en él, lo cerrarás con la piedra, lo sellarás y aquí adentro, depositando en él mi corazón y mi vida, me quedaré escondido para toda la eternidad.


¡Oh Madre, dame tu amor para que ame a Jesús y dame tu dolor para interceder por todos y reparar cualquier ofensa a su Corazón Divino! Acuérdate, ¡oh Madre!, que al sepultar a Jesús quiero que con tus mismas manos me sepultes también a mí, para que después de haber sido sepultado con Jesús, pueda resucitar con él y con todo lo que es suyo.


¡Oh dulce Madre mía!: ¡Cuánto te compadezco! Con toda la efusión de mi pobre corazón quiero reunir todos los latidos de los corazones de las criaturas, todos sus deseos y todas sus vidas y postrarlas ante ti, en el acto más ferviente de compasión y de amor por ti. Te compadezco por el extremo dolor que has sufrido al ver a Jesús muerto, coronado de espinas, destrozado por los azotes y por los clavos; por el dolor de ver esos ojos que ya no te miran, esos oídos que ya no escuchan tu voz, esa boca que ya no te habla, esas manos que ya no te abrazan, esos pies que nunca te dejaban y que hasta desde lejos seguían tus pasos. Quiero ofrecerte el Corazón mismo de Jesús rebosante de amor, para compadecerte como mereces y para darle un consuelo a tus amarguísimos dolores.


Cristo por nosotros se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Diste tu vida por los hermanos: enséñanos a amamos mutuamente con un amor semejante al tuyo. Soy como un inválido, tengo mi cama entre los muertos, como arrancado de tu mano.


Mirad y ved si hay dolor como el mío. Así estás, mi Cristo, como una oveja que ha perdido el camino, como alguien que carga con crímenes que no son suyos, como un inválido golpeado. Perseguido a muerte, empujan su vida al sepulcro. ¿Quiénes? ¿Entre ellos estoy yo? Dios parece que se esconde y que le abandona. Es la hora del desamparo. Pero Cristo confía en su Padre y a sus manos se encomienda como un desposeído de los muchos que pueblan la tierra. Como el mayor de los esclavos, reclina su cabeza en la miseria de una muerte ignominiosa. Dios sostiene la fortaleza de su Hijo. Dios prepara la victoria: el odio ha clavado a Cristo en la cruz; el amor debe aliviar su dolor.


Cristo paciente, que cargado con nuestros pecados subiste al lefio, nos dejaste un ejemplo para que sigamos tus huellas. A pesar de cómo te trataron, nunca proferías amenaza alguna.


Capacítanos para imitarte; que vivamos para la justicia y que, como Tú, nos pongamos en manos del que juzga justamente: en las manos de Dios, padre y madre sin medida. Que podamos ofrecerte una vida sin mentira, sin fraude.


Manten, Señor, la unidad de la Iglesia, protege a tu pueblo santo. Congrega a los cristianos en la unidad. Carga sobre tus hombros de Pastor a quienes no creen en ti ni en tu Hijo Jesús; ábreles los ojos y el corazón. Guía los pensamientos y decisiones de los gobernantes para que en el mundo haya paz. Concede tu consuelo a los atribulados.


"Padre de nuestro Señor Jesucristo, gracias por enviarnos a tu Hijo Jesús. Oh Jesús amado gracias por morir en la Cruz por nuestros pecados y la salvación de toda la humanidad. Hoy estás en los infiernos predicando tu mensaje de gracia y salvación.Te pido por todos mis hermanos para que reciban de Tí el perdón de sus pecados y la salvación prometida por el Padre. También te pedimos por nuestros familiares y amistades que aún no creen en Tí ni el poder de la salvación. SÁLVANOS A NOSOTROS, A ELLOS Y A TODA LA HUMANIDAD. Amen"



“El Señor me dijo que rezara este rosario [a la Divina Misericordia] durante nueve días antes de la Fiesta de la Misericordia. Debe iniciarse el Viernes Santo. Durante este novenario concederé a las almas toda clase de gracias” Santa Faustina


Por la noche


Este árbol de la cruz cuyo fruto humano eres Tú, Cristo Jesús, reparó el daño que el pecado causó en nosotros. Cuando te vas, a esta hora de tu amarga muerte, es el momento de decirte: gracias por las Bienaventuranzas; gracias por tu sangre derramada; gracias por tu vida dada; gracias por tu justicia, tu paz, tu amor inagotable hacia nosotros. Es la hora de tu generosidad: la de mostrarnos tu amor hasta el extremo; la hora de dar tu vida. Es la hora del amor y de la generosidad, porque sólo el amor salva. Y con el amor la fraternidad, la justicia, la verdad y el servicio se hacen efectivos. El odio, nos lo dices desde la cruz aunque no hables, el odio, la violencia, la injusticia llevan a la muerte. Nos dices que si alguien quiere amar, que lo haga como Tú nos amaste: sin límites. Que si alguien comprende lo que estás haciendo, que no se encierre ya en sí mismo sino que abra los brazos para estrechar al hermano.


El camino de la cruz ha llegado a su fin. Todo queda terminado, consumado. Por eso, "reclinando la cabeza, entregó el Espíritu". Ante este Cristo muerto quiero descubrir, vivir, celebrar y experimentar que Dios es amor, y que Él nos amó primero. Ahora tengo razones para amar, porque he sido testigo de que el amor existe, de que el amor es verdad, de que el amor es Dios que nos ha amado sin excluir a nadie. Me toca ahora amar a mí dándome, haciéndome pequeño, perdonando, poniendo la otra mejilla, que es lo contrario de pisar, humillar, herir, rechazar. Porque ya está bien de despilfarrar vida, de echar por tierra tanta capacidad de ilusión y de bien.


Déjame que a tu lado ponga mi cruz, oh Cristo. Deja que mi sangre se mezcle con la tuya. Que nunca desde mi cruz blasfeme, pensando que son estériles el dolor y la muerte que me cosen a ella. Que no malgaste mi dolor y mis horas. Que descubra que tu muerte es mi vida.


Para darle el pésame a la Virgen el viernes santo por la noche


Santísima Virgen María, amada Madre: Venimos a hacerte compañía con la pena de no saber decirte una palabra de consuelo que no suene vacía, porque somos causantes de tu duelo.


Por nosotros tu Hijo soportó las injurias, el flagelo, la crucifixión. De nosotros recibió el abandono, las negaciones, la traición. Perdónanos, Madre. Tú que conoces nuestra debilidad, acepta nuestro pesar y contrición, cólmanos de tu amor y ternura, enséñanos a compartir tu dolor y permítenos desandar contigo el viacrucisy reemprender el camino hacia el Señor.



REFLEXIÓN: “El Maestro me enseñó a amar, el Maestro me enseñó a crear, el Maestro me enseñó a ser parte de Mi Padre, el Maestro me enseñó a creer en mí y el Maestro me enseñó a pedirle al Padre, que cada día le dé más fuerza a cada mente, para que puedan ser cada día mejores. El Padre me pidió que cuidara de sus hijos.


"Estaré junto a ti, y si otros te abandonan, yo no, porque te amo y es mi misión serte leal, serte fiel. Y puedes contar conmigo, puedes apoyarte en mí"



Invocación a la Santa Cruz


Dios Todopoderoso que has sufrido la muerte sobre el árbol de la cruz por nuestros pecados, acompáñame, Santa Cruz de Jesucristo, ten piedad de mí.


Santa Cruz de Jesucristo, rechaza de mí toda arma cortante.

Santa Cruz de Jesucristo, derrama sobre mí todo bien.

Santa Cruz de Jesucristo, descarta de mí todo mal.

Santa Cruz de Jesucristo, haz que alumbre el camino de la salud.

Santa Cruz de Jesucristo, rechaza de mí todo atentado de muerte.

Santa Cruz de Jesucristo, presérvame de accidentes corporales y temporales.

Que adore a la Santa Cruz de Jesucristo por siempre; Jesús de Nazaret crucificado, ten piedad de mí; haz que el Espíritu maligno y nocivo huya de mí, por los siglos de los siglos. Amén.


En honor de la sangre preciosa de Jesucristo, en honor de tu encarnación por donde pueda conducirnos a la vida eterna, tan cierto como que Jesucristo nació en el día de la Natividad y fue crucificado el Viernes Santo.



Sábado Santo


A las 10 de la mañana, juntar agua, puede ser del grifo para tener “AGUA SANADORA DE JESÚS” consiga una botella limpia, hágalo con fé, rellene la botella con agua y guardela en algún lugar de su casa. Esta agua jamás se pone fea, sirve para todos incluyendo mascotas, es buena para sanar dolor de estómago, quemaduras, migrañas, dolores musculares, de muelas, etc. Conservar esta agua en algún lugar fresco, preferentemente resguardada para que sus energías no se contaminen con otras, cuando la usen sean consientes del poder sanador que tiene. Sí lo desea puede rezar la LETANÍA DE LOS SANTOS.


Oración para bendecir el agua

Oh Dios cuyo hijo, al ser bautizado por Juan en el agua del Jordán, fue ungido con el Espíritu Santo; colgado en la cruz, vertió de su costado agua junto con sangre; y después de su resurrección mandó a sus apóstoles: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Mira ahora a tu Iglesia en oración y abre para ella la fuente del bautismo.


Que esta agua reciba, por el Espíritu Santo, la gracia de tu Hijo, para que el hombre, creado a tu imagen y limpio en el bautismo, muera al hombre viejo y renazca como un niño a la nueva vida por el agua y el Espíritu. Te pedimos Señor que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente para que, los sepultados con Cristo en su muerte, por el bautismo resuciten con él a la vida. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.


Por la mañana


"Sepultado el Señor, sellaron la piedra y pusieron la guardia para custodiarlo". Se alejó nuestro Pastor, fuente de agua viva. Un gran silencio envuelve la tierra, una gran soledad.


Duerme y descansa en paz, Jesús Nazareno. Dios, tu defensor, va a restituirte el honor que los hombres te arrebataron; mañana su falsedad y engaño quedarán al descubierto.


Estás ahora acostado en el lecho de la tierra; duerme y descansa en paz, que mañana Dios te despertará para que amanezca la alegría de tu corazón vivo, rompiendo la piedra del sepulcro, y te muestres vencedor ante los hermanos.


Tu Señor y nuestro Dios te hará vivir tranquilo. Descansa en paz y duerme ahora.


Pon tu suerte en esas manos, no vacilarás. Que tu carne descanse serena hasta la alborada. Y mañana... enséñanos a todos el sendero de la vida; llénanos con tu presencia de alegría para siempre. Pero ahora, duerme y descansa en paz.


Permitamos que tu Padre prepare la gran fiesta de mañana, porque Tú, Salvador nuestro, ya has destruido el poder del enemigo. Nosotros procuraremos lavar un poco más el corazón, preparándolo para recibirte y escuchar tu voz. Mañana... tómanos de la mano a todos, levántanos, dinos: "Despiértense, los que duermen, levántense de entre los muertos, que yo seré vuestra luz". Que tu sueño, Señor, nos saque del sueño del abismo.


Junto a tu cruz y tu sepulcro tuviste a tu Madre dolorosa, participando en tu aflicción: haz que tu pueblo, nosotros, sepamos acompañarla. Y como Tú, grano que caíste en la tierra para morir y dar fruto, como Tú, también nosotros sepamos morir al pecado y vivir para Dios. Que siguiéndote a ti, caminemos siempre en una vida nueva.


Cambia nuestro luto en danza; muda nuestro traje de presidarios y vístenos de fiesta. Volvamos al Señor; que Él nos sane, que Él nos vende, que Él nos resucite. A precio de la sangre de Cristo hemos sido rescatados. "Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre ".


Virgen María, madre de Jesús y madre nuestra, Señora de la Esperanza, en este día queremos acompañarte junto a la tumba de tu hijo, él ha descendido al lugar de los muertos pero no ha sido vencido, con su resurrección ha triunfado sobre la misma muerte venciéndola para siempre.


Tú, Virgen de la Esperanza, siempre confiaste en el Señor y por eso ningún sufrimiento te hizo desesperar, ayuda a nuestra familia para que aún en las pruebas más duras y amargas, sepa esperar como Tú, sabiendo que después de la muerte llega siempre la resurrección. Amén.


Por la noche


¡Aleluya! En esta noche comienza nuestra nueva vida. El Señor resurge de la tierra, convertida en sepulcro. Dios preserva a su Inocente, Dios protege a su Humillado, Dios libera a su Hijo asesinado. Triunfa la inocencia que eres, Jesús; triunfa tu vida. Sí, triunfas, surges, eres luz, vives. Esta Resurrección tuya es un acontecimiento concedido a la comunidad para la alegría y el gozo. Los cristianos estamos despiertos ESPERANDO en medio de la noche consagrada al sueño. Tenemos un deseo enorme de encontrarnos cuanto antes contigo, Jesús resucitado.


Esta es una noche iluminada por el DIA: Cristo vive. Nuestro hombre golpeado, herido, ultrajado y crucificado ha muerto en nosotros; hemos llegado a la orilla de la libertad. Cristo, vives; nosotros también vivimos contigo. La tumba que era tu prisión, se abre y sales resucitado.


Pero este hecho de la resurrección es gracia para nosotros, sola y exclusivamente gracia. Tienes Tú que salir al encuentro de tus desolados y desconsolados discípulos, para que podamos reconocerte y adorarte.


Vas delante en el camino; vas para encontrarte con los tuyos. Sólo a partir de este encuentro contigo podemos construir caminos que sean signos de vida y esperanza. Dios te ha acompañado a ti, Jesús, durante toda tu carrera.


Ahora Tú nos acompañarás con tu resurrección, que se convertirá para nosotros en el primer día de una nueva creación, de una historia diferente. "¡Resucitó mi fe, mi amor y mi esperanza!". ¡Ésta va a ser una verdadera experiencia de fe: te verán y experimentarán al Cristo resucitado sólo los que crean. Vives, Señor, no estás muerto. Vives en Dios, tu Padre. Vives en cada uno de los que te aman y siguen tu camino. Vives, Señor. Vives en la justicia y en la bondad de todos los justos de la tierra.


¡Vives, no estás muerto! La vida no se puede matar; la vida es más fuerte que la muerte. Tu muerte, Jesús, es el triunfo sobre todos los que matan. Enséñanos a proteger y cultivar contigo la vida, ofreciendo a todos en nuestras manos bondad, pan y ternura. ¡Vives, Señor, no estás muerto! Queremos ser testigos de Alguien que vive después de la muerte.


REFLEXIÓN: Aparentemente lo sepultaron, cerraron aquel lugar. Y Él cumplió con su promesa, se introdujo en aquel cuerpo lacerado e hizo que se levantara, quedando únicamente las marcas dolorosas que fueron los estigmas. Con los que Él siempre se ha mostrado a la humanidad para que no olviden que Él vino a dar vida; para que no olviden que Él aceptó el sacrificio porque quería que el hombre volviera al Padre, que el hombre dejara de ser muerte, que el hombre se uniera entre hermanos.


Él quiere ser recordado por sus palabras, por su amor, por su paciencia, por la forma en que enseñó la palabra de Dios. Él quiere ver calma en este mundo, porque Él desea devolverle al Padre a sus hijos. Y con ese amor con el que regresa, con ese amor vamos a ser triunfadores.



Oración al Cirio Pascual


"Acepta, Padre Santo, el sacrificio vespertino de esta llama, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas. Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para gloria de Dios...


Te rogarnos, Señor, que este cirio, consagrado a tu nombre, arda sin apagarse para destruir la oscuridad y, como ofrenda agradable, se asocie a las lumbreras del cielo.


Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso y es Cristo, tu Hijo resucitado, que, al salir del sepulcro, brilla sereno para el linaje humano, y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos.


Te rogamos que este Cirio, consagrado a tu nombre, destruya la oscuridad de esta noche".


1. Escúchanos, Señor Dios nuestro, Luz inextingible, luz de la única luz, Luz que iluminas todo cuanto creaste, Luz de los ángeles y arcángeles, Luz de todos los santos.


2. Sean nuestras almas como antorchas en tu presencia, cercanas a ti, iluminadas por ti. Brillen por la verdad y ardan por la caridad. Brillen y no se oscurezcan. Ardan y no se consuman.


3. Por esta luz encendida disiparemos las tinieblas de la noche. Disipa tú las tinieblas de nuestros corazones.


4. Que seamos morada tuya, iluminada por ti, iluminada en ti. Que brillemos sin sombra alguna y siempre te veneraremos. Que de ti nos encendamos y nunca nos apaguemos.


5. Para que llenos de la luz del señor, brillemos interiormente y borrada la oscuridad de nuestros pecados, persevere en nosotros la luz de la fe y de la caridad. Amén. Aleluya



Domingo de Resurrección


Por la mañana, por la tarde, por la noche...


Y cuando huía desesperanzado, me hiciste volver sobre mis pasos. "¡Es verdad: ha resucitado el Señor!". Me hiciste volver jubiloso al grupo de mis hermanos, para unirme de nuevo a ellos y celebrar todos juntos la alegría de la PASCUA: celebrar tu presencia, Señor, entre nosotros. Porque sigues bendiciendo el pan, partiéndolo, dándote a ti mismo y siendo el centro de nuestra comunidad, que contigo resucita. Son la vida, la fraternidad y la esperanza lo que celebramos.


Otra vez la vida, la inocencia, la verdad, la luz., Tu PASCUA es una manera nueva de ver, abrazar y construir el mundo; una manera nueva de hacer la historia desde la luz siempre nueva y recién hecha del día supremo de tu Resurrección. Sí, que el Amor y la Vida sean la última palabra en el libro de la historia de todos los pueblos de la tierra, porque no hemos nacido para el odio.


Para rociar la casa con el Agua Bendita

La familia se reúne con al agua bendita y el cirio pascual encendido.


Señor: Hoy que celebramos Tu Resurrección, nos disponemos a rociar nuestro hogar con el agua bendecida en la Pascua, como señal que nos invita a purificar sobre todo nuestro corazón, lavarlo de rencores, egoísmos e infidelidades. Concede a nuestra familia mantenerse siempre unida sabiendo acoger y comunicar el verdadero amor y la verdadera vida.


Calma mis pasos Señor

Desacelera los latidos de mi corazón, calmando mi mente.


Diminuye mi ritmo apresado con una visión de la eternidad del tiempo.


En medio de las confusiones del día a día, dame la tranquilidad de las montañas.


Retira la tensión de mis músculos y nervios con la música tranquilizante de los ríos de aguas constantes que viven en mis recuerdos.


Calma mi paso, Señor, para que yo pueda percibir en medio de la incesante labor cotidiana de los ruidos, luchas, alegrías, cansancios o desalientos Tu presencia constante en mi corazón.


Calma mi paso, Señor, para que yo pueda entonar el cantico de la esperanza, sonreír para mi prójimo y callarme para escuchar Tu voz.


Calma mi paso, Señor, e inspírame a enterrar mis raíces en el suelo de los valores duraderos de la vida, para que yo pueda crecer hasta las estrellas de mi destino mayor.


Gracias, Señor, por el día de hoy, por la familia que me diste, mi trabajo y, sobretodo, por Tu presencia en mi vida.


Gracias. Señor, porque el río de la vida fluye incesante y abundantemente a través de mí. El bien viene hacia mí por todos los medios esperados e inesperados y Dios abre miles de caminos para bendecirme en todo momento. Mi vida y mi camino están en manos de Dios y todo está bien. Amen.





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