ORACION DE LA PRESENTACION DE NUESTRA SEÑORA AL TEMPLO
Dios te salve, María suavísima, a quien tus santísimos padres trajeron al templo, y en tu tierna edad presentaron al Señor y ofrecieron a su servicio como fruta temprana, fresca y cogida del árbol con su flor fueses más gustosa y agradable a aquel Señor que es fruto de tu sagrado vientre.
En el templo material entraste, le santificaste e ilustraste para que fuese más glorioso que el que edificó el Rey Salomón, porque tú eres el templo vivo de Dios, y como un Sancta Sanctorum a donde no es lícito entrar sino al sumo Sacerdote según la orden de Melquisedec y como la verdadera arca del Testamento en que está la urna del maná con que sustenta el cielo y la tierra.
Aquí viviste y pasaste tu niñez, fuiste modelo perfectísimo de santidad y derramaste el olor suavísimo de todas las virtudes; como alférez y Virgen de las vírgenes, te consagraste toda a Dios, y fuiste la primera que hizo voto de perpetua virginidad con alegre y determinada voluntad, abriendo camino con tu ejemplo a todas las vírgenes que después te han seguido y seguirán; le guardaste tan perfectamente, que más parecías ángel sin cuerpo que doncella en carne mortal.
Y pues fuiste tan acabado dechado de pureza, que solamente tu vista penetraba los corazones de los que te miraban con una lumbre celestial, y criaba en ellos amor de honestidad, mírame, Señora, con esos ojos amorosos y eficaces, para que de tal manera mi ánima y mi cuerpo florezcan con la castidad, que ninguna fealdad me ensucie, ningún vicio me posea, y a ningún deleite consienta.
¡Oh Reina mía, esperanza mía y alegría mía de mi corazón! que viviendo en el templo, con la soledad, silencio y quietud te disponías a la contemplación y unión con Dios, y eras tan regalada de él y tan visible de los ángeles, que más morabas en el cielo que en la tierra, y más vivía tu espíritu con el espíritu del Señor que tu cuerpo con tu espíritu; alcánzame por tus merecimientos amor del silencio y del reposo espiritual, para que estos sean mis deleites todo el tiempo que fuere detenido en la cárcel de este cuerpo, por Jesucristo tu benditísimo Hijo, que vive y reina en los siglos de los siglos. Amén.